Por fin el tiempo en Londres estaba cambiando, las lluvias
se habían tomado unos días de vacaciones y el sol nos estaba visitando.
Me encanta este tiempo, había hecho que estuviera un poco
más animada y que tuviera más energía. Tanta que ese día decidí hacer algo que
no hacía desde hace mucho tiempo. Bajé las escaleras corriendo, abrí la puerta
de trastero y enseguida ese olor, tan característico de este lugar, inundó mis
papilas olfativas. Enseguida se me puso
la piel de gallina, mi mente quería pensar que por el fresco que hace allí
siempre, pero quizás fuera por el miedo de que algún fantasma de la antigüedad
se me apareciera en aquel instante. Tampoco me lo quise pensar mucho, así que
corriendo cogí lo que necesitaba y salí lo más rápido posible de allí. Por fin
estaba totalmente preparada para irme a dar una vuelta en bici por Hyde Park.
Espero que la frase de: “es como montar en bici, una vez que aprendes, nunca se
olvida.” Sea cierta, porque si no creo que tendría un problema. Después de un
día de innovación y de duro ejercicio, tocaba darse la ducha más placentera del
mundo, cenar algo e irse a dormir. En cuanto mi cuerpo tocó las sabanas, el
sueño secuestro a mi cuerpo e hizo que me durmiera al instante.
El día siguiente fue algo más duro de lo normal, ya que las
agujetas no me dejaron hacer mucho. Pero como de la nada, la noche apareció y
me hizo recordar que, otra vez, era la hora de dormir.
Un golpecillo empezó a sonar en la ventana, “clin, clin”.
¿Qué seria aquel ruido?, “clin, clin” se oía de nuevo. Decidí levantarme y acercarme a la ventana,
cuando de repente unas risillas se empezaron a escuchar “ji ji ji” y acto
seguido se oyó un “shhh”. Creo que ya me podía imaginar quien era. Abrí la
ventada y nos segundos después, como de la nada, empezaron a entrar niños y más
niños. Todos empezaron a correr por toda la habitación, mirándolo y cogiendo
todo lo que se interponía en su trayectoria. ¿Pero qué estaba pasando? En
último lugar allí estaba Peter y con un grito dijo: “ya estamos aquí” yo que no
sabía muy bien como reaccionar, lo único que salido de mi boca fue un: - ya os
veo. Peter se echo la reír y con otro grito, aun más alto que el anterior,
dijo: - chicos estaros todos quietos.- En un segundo el silencio volvió, pero
creo que por poco tiempo, se pusieron todos en un círculo sentados en el suelo.
Peter empezó a hablar- te presento a los niños perdidos, chicos decir hola.- se
quedo mirando a los niños y ellos con una sonrisa en la cara y todos a la vez
dijeron:- holaaaa.- yo les devolví el saludo.- hola chicos.- Peter no podía
seguir callado mucho tiempo así que siguió hablando.- hemos venido todos para
que nos cuentes un cuento, el que tu quieras, pero nos lo tienes que contar, y
esta será tu prueba.- me asaltaron un montón de dudas, miedos, y como no, mis
queridos nervios. – pero ¿que cuento? ¿Como tiene que ser de largo?, pero ¿y si
no os gusta? Pero…- Peter enseguida me calló.- déjalo tu lo único que tienes
que hacer es contarnos un cuento y ya esta, ¿estás preparada? – yo no sabia muy
bien que contestar, pero tenia que intentarlo, así que comencé a contarlo.
La historia que os voy a contar se titula el Gruffalo, cuenta la historia de un ratón, que le dice a
los animales del bosque, que allí mismo vivía un monstro horrible, el mas
terrorífico de todos. Si se encontraba con un animal, a este le decía que la
comida favorita del Gruffalo, era el animal con el que se cruzaba. Por ejemplo
se encontró con un zorro, y le conto que la comida favorita del Gruffalo eran
los zorros. Cuando de repente el ratón se encontró realmente con el Gruffalo.
El ratón se asustó mucho porque el Gruffalo le dijo que su comida favorita eran
los ratones. Así que se inventó que él era el mostro más horrible de todo el
bosque, obviamente el Gruffalo no se lo creyó. El ratón le dijo que se lo
demostraría, ya que todos los animales al verle se irían corriendo. Los dos se
fueron al boque y se fueron cruzando con todos los animales que se había
cruzado antes el ratón. Los animales al ver que el Gruffalo iba detrás del
ratón salían corriendo, porque se pensaban que iban a ser comidos. El Gruffalo
al ver que salían todos corriendo, se
creyó que el ratón era el más terrible de todo el bosque. El ratón vio que se
lo había creído todo y para asustarle le dijo: Gruffalo, Graffalo, ¿sabes cual
es mi comida favorita?, pues me gustan mucho los Gruffalos.
¿Os ha gustado?- dije muy nerviosa por la contestación. Una
niña muy graciosa de pelo moreno, llamada Lorena me dijo.- Me ha gustado mucho,
y quería gritar lo adorable que era el ratón, me ha encantado como has
interaccionado y los gestos.- que bien me había gustado, ¿pero que pensaba yo?
Pues la verdad es que pensaba que me iba a poner más nerviosa, que
tartamudearía o diría una y otra vez las mismas muletillas. Pero supongo que el
habérselo contado a Lorena, con la que tengo mucha confianza, me ayudó
bastante. El que ella me ayudara con sus comentarios, mientras lo contaba, sus
expresiones, hizo que me relajara más.
De repente se me acercaron dos niñas, una llamada Fátima y
otra Mildred, y me pidieron que lo volviera a contar. Yo encantada lo hice. Cuando
acabe, no me quede muy satisfecha de como lo había contado, me había puesto mas
nerviosa y no se mi sensación no fue buena, en comparación con la anterior. Cuando
las pregunte que las había parecido, Fátima me contestó que quizás había puesto
demasiada expresión y se le había hecho un poco largo, pero que aun así le gustó
como lo hice. Mildred me dijo que si le había gustado como lo había hecho.
También necesitaba saber la opinión de Peter, así que le
pregunté, me miró con intriga y dijo.- no necesitas mi opinión si no la de
ellos.- y acto seguido gritó.- chicos, nos vamos, decir adiós y darle las
gracias.- Todos gritaron a coro.- Adiós y gracias.- y fueron saliendo por la
ventana.
Muy bien. Peter se olvidó de preguntarte ¿y tú cómo crees que lo hiciste? ¿cambiaste alguna cosa cuando lo contaste las distintas veces? ¿cuál es tu autoevalución?
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