jueves, 12 de febrero de 2015

Las segundas partes son las buenas

En aquella noche fría y oscura, lo único que me apetecía era tumbarme a ver una película; El día había sido demasiado duro. Los únicos compañeros que permitiría en mi pequeña sala de cine casera serían una manta y un té bien calentito. Por supuesto, iba a dejar a un lado compañeros indeseados como chocolatinas, dulces y otros pecados de los que me pueda arrepentir más tarde.  Después de unos minutos decidiendo que película sería la afortunada, comprendí que la ganadora, sin lugar a duda, era “Desayuno con diamantes”. Un gran clásico que nunca me cansaré de ver. Esa protagonista, en ciertas ocasiones, me recordaba demasiado a una chica que se encontraba en ese momento tirada en un sofá en un piso de Madrid.

Si me preguntaran cual es mi personaje favorito de la película, diría que Gato. Ha sido el único que ha conseguido que llorara en una película de amor; ni un anciano contando a su esposa con alzehimer su gran historia, ni un barco hundiéndose en mitad del Atlántico, ni un beso bajo la lluvia. Solo un gato, sin nombre, abandonado en mitad de la calle logró lo imposible.

Tras cantar “Moon River” a todo pulmón y ver a ese maravilloso gato en acción, caí en un sueño profundo. Varios minutos después, desperté de un salto; ya era hora de irse a la cama.


Mi estado de animo de la mañana siguiente era algo melancólico, sin saber muy bien por qué eche la vista atrás. Empecé a recordar grandes momentos vividos hace unos años. Parece que fue ayer. ¿Dónde quedarán aquellas charlas con Peter y los niños perdidos? ¿Sería el momento de que volvieran? O ¿Quizás sería mejor ponerse seria y madurar? En todo este tiempo he vivido grandes cambios, tanto buenos como malos. Pero creo que nunca podré dejar a un lado a mi pequeño Peter interior. Es hora de volver.

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