En aquella noche fría y oscura, lo único
que me apetecía era tumbarme a ver una película; El día había sido demasiado
duro. Los únicos compañeros que permitiría en mi pequeña sala de cine casera serían
una manta y un té bien calentito. Por supuesto, iba a dejar a un lado
compañeros indeseados como chocolatinas, dulces y otros pecados de los que me
pueda arrepentir más tarde. Después de
unos minutos decidiendo que película sería la afortunada, comprendí que la
ganadora, sin lugar a duda, era “Desayuno con diamantes”. Un gran clásico que
nunca me cansaré de ver. Esa protagonista, en ciertas ocasiones, me recordaba
demasiado a una chica que se encontraba en ese momento tirada en un sofá en un
piso de Madrid.
Si me preguntaran cual es mi personaje
favorito de la película, diría que Gato. Ha sido el único que ha conseguido que
llorara en una película de amor; ni un anciano contando a su esposa con alzehimer
su gran historia, ni un barco hundiéndose en mitad del Atlántico, ni un beso
bajo la lluvia. Solo un gato, sin nombre, abandonado en mitad de la calle logró
lo imposible.
Tras cantar “Moon River” a todo pulmón y
ver a ese maravilloso gato en acción, caí en un sueño profundo. Varios minutos
después, desperté de un salto; ya era hora de irse a la cama.
Mi estado de animo de la mañana siguiente
era algo melancólico, sin saber muy bien por qué eche la vista atrás. Empecé a
recordar grandes momentos vividos hace unos años. Parece que fue ayer. ¿Dónde
quedarán aquellas charlas con Peter y los niños perdidos? ¿Sería el momento de
que volvieran? O ¿Quizás sería mejor ponerse seria y madurar? En todo este
tiempo he vivido grandes cambios, tanto buenos como malos. Pero creo que nunca
podré dejar a un lado a mi pequeño Peter interior. Es hora de volver.
:)
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